el feudalismo!
El feudalismo consistía en un acuerdo entre dos nobles, uno el señor y otro el vasallo. El vasallo prometía obediencia y fidelidad a su señor y se comprometía a cumplir una serie de funciones en su nombre. Los deberes más importantes eran comúnmente: el servicio militar (normalmente limitado a 40 días al año), reclutar soldados para el ejército de su señor y proveerlo de ingresos. Por su parte, el señor se comprometía a dar protección militar a su vasallo y a proporcionarle los medios de subsistencia. Con ese fin, el vasallo recibía el control de un feudo que normalmente consistía en una gran extensión de tierra, aunque también podía tratarse de funciones lucrativas y de responsabilidad, como recaudador de impuestos, acuñador de moneda o agente de aduanas. De ese modo, un señor con muchos vasallos disponía de fuentes seguras de ingresos además de un ejército. El contrato feudal era de por vida. El señor podía arrebatarle el feudo a su vasallo si éste incumplía sus obligaciones. En cambio, para el vasallo, dejar a su señor era tarea más ardua. Al principio los feudos no eran hereditarios, lo que constituía una gran ventaja para el señor. Cuantos más feudos tenía un señor para repartir, más duramente habían de trabajar los vasallos para ganárselos. Con el transcurso de la Edad Media, los vasallos encontraron oportunidades para convertir sus feudos en hereditarios, dejando a sus señores un número menor de los que disponer como recompensa.
La peste negra
A mediados del siglo XIV, una plaga conocida como la peste negra asoló repentinamente Europa con un efecto devastador. Se extendió por Occidente desde Asia Central, apareciendo en el área del Mar Negro en 1346. Desde allí, se extendió hacia el sudoeste hasta el Mediterráneo y avanzó rodeando las costas del Atlántico Norte hasta llegar al Báltico. Hacia 1348 ya estaba en España y Portugal; hacia 1349 en Inglaterra e Irlanda; hacia 1351 en Suecia; y hacia 1353 en los estados bálticos y Rusia. Tan sólo zonas aisladas y apenas pobladas se libraron de ella. Según se estima actualmente, murió entre un tercio y la mitad de la población de Europa, Oriente Medio, Norte de África y la India.
La Peste Negra era probablemente una variedad de la peste bubónica, una peligrosa infección bacteriana que sigue existiendo hoy en día. La bacteria se transmitía a través de la saliva de las pulgas que habían succionado la sangre de ratas infectadas. Al morir las ratas, las pulgas saltaban a los seres humanos y la bacteria se extendía rápidamente por la sangre. La peste tomó su nombre de uno de sus más terribles síntomas: las dolorosas lesiones de aspecto negruzco que exudaban sangre y pus. Las víctimas eran presa de una fuerte fiebre y deliraban. La mayor parte moría en un plazo de 48 horas pero, afortunadamente, una pequeña minoría lograba superar la enfermedad y sobrevivir.
Ciudades enteras fueron arrasadas, cayendo en el olvido la relación social entre señor y siervo. Se empezó a valorar ante todo a la gente capaz de cultivar o fabricar.